Poesía simbolista francesa
Gredos. Madrid, 2005
Luis Antonio de Villena


Era arriesgado atreverse con una amplia antología de la poesía simbolista francesa. Decidir nombres, seleccionar textos representativos, adoptar una postura más o menos “canónica”... todo un riesgo. Luis Antonio de Villena lo acomete con equilibrio: Ni muy escorado hacia los criterios repetidos hasta la saciedad ni excesivamente heterodoxo. Consigue así un atractivo volumen imprescindible para los degustadores de este tipo de poesía que son muchos.

Añade el lógico y definitivo riesgo de traducir los textos por sí mismo, con los apoyos —es de suponer— de las muchas traducciones anteriores, pero aportando criterios acertados que explica certeramente en su introducción y que el lector no debe perderse.
Echamos de menos la versión original de los textos. El bilingüismo es recomendable en toda traducción poética aun tratándose de lenguas más alejadas que el francés. Cierto que hubiera aumentado el número de páginas, pero esta poesía, su ritmo, rimas y otros recursos agradecerían la opción bilingüe. En todo caso, insisto, el criterio de traducción esgrimido aquí es el mejor sin duda. Disentirán los empeñados en esas traducciones mal llamadas “filológicas”, rimadas a traición, hipertrofiadas de academicismo y ajenas al aliento poético.
Villena es poeta de verdad y eso, unido a sus conocimientos y gusto por el tema, ofrece un resultado brillante. Los poemas pueden disfrutarse en castellano más allá del distinto placer que proporcionan en el original.

La selección es amplia y generosa —tampoco era cuestión, supongo, de andar escatimando—. Nombres claramente simbolistas, otros tan sólo ocasionalmente, poetas consagrados y poetas olvidados: el panorama poético francófono de entre siglos, está suficientemente representado: Bastantes poetas belgas y de otras nacionalidades, hacen pensar más en “poesía en francés” que “francesa”, aunque debe tratarse del “estilo galo”: Apropiarse de cualquier artista a los diez minutos de haber pisado París.
Lectores más escrupulosos podrán disentir de ciertos nombres pero en literatura, como en tantas cosas, los escrúpulos son una rémora y en nada benefician. El conjunto es significativo y en general significado.

Lo cierto es que, una vez aparecido el criterio simbolista -otros ismos jugaron en el mismo equipo-, la poesía varió el rumbo, creció la sugerencia, no tanto la esencia, dulcificó viejos criterios culteranos - están por estudiar las conexiones de ambas tendencias-, elevó los prosaicos modos del realismo industrial y burgués, necesarios sin duda para cierta evolución pero nefastos para el arte en general y la poesía en particular, y renovó caminos que no se han abandonado del todo.
Apunta Villena en su interesante prólogo, la auténtica condición del Simbolismo: “una culminación singular del Romanticismo.” Lo fue sin duda: un golpe de péndulo tras el realismo que, a pesar de sus grandes prosistas, naufragó en lo poético.

El lector descubrirá aquí muchos contrastes, aliento, bastante frustración, y hasta una modernidad indiscutible, aprovechada por bastantes poetas actuales. Si algunos de los textos podrían haber sido escritos en pleno romanticismo, otros no desentonarían hoy. Eso marca la renovación que supuso el Simbolismo y la necesidad de esta antología.

El intento de cambio moral queda algo más alicaído. Un decadentismo frecuente —aunque Villena sienta debilidad por él—, la fatiga de la derrota y el ejercicio de la huida, en forma de abandono, suicidio o viaje —otro aire Romántico—, desarticulaban la intención. Esos cambios morales fueron casi siempre la pretensión de cualquier movimiento pero nunca se consiguieron de un golpe sino a lo largo del vaivén de la historia y el solape de las ideas.

Sin revolver en el fondo de la cuestión simbolista, Villena ha estado acertado como antólogo, También lo estarán los que se acerquen al libro con espíritu abierto.

Enrique GRACIA TRINIDAD
(Publicado en Piedra de Molino)