HISTORIAS PARA TIEMPOS RAROS
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          Premio Bahía 1994. Publicado en la colección Bahía, Algeciras, 1995. Patrocinado por la Fundación José Luis Cano de Ayuntamiento de Algeciras. Depósito Legal: MA-528-95. Este libro no puede conseguirse por ningún medio. Puede encontrarse completo, incluido en  “CONTRAFABULA (Poesía 1972-2004). Fugger libros / SIAL Ediciones. Madrid ISBN: 84-95498-77-4. correo-e: publicaciones@sialedicion.es


Cita general de “Historias para tiempos raros”

Más allá, sólo una oscuridad y un silencio tan totales que casi parecían dejarse ver, y quién sabe si nuevos barrotes y nuevos barrotes. Entonces soltó estos barrotes tan próximos con un gesto que parecía significar no que los soltaba, sino que se despegaba de ellos, y, con las manos en los bolsillos y silbando una canción de moda, empezó a caminar libremente en redondo, encarcelado para siempre como todos los mortales del mundo y ya sin la fortuna del reposo ni la fortuna del autoenga-ño ni la fortuna del olvido: y se sintió absolu-tamente vivo igual que la desgracia. 

   (De «Lugar siniestro este mundo, caballeros» Félix Grande)
 
(NOTA VII).ALGUNOS DE LOS POETAS.
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          Algunos de los poetas se echaron a la calle, invadieron los parques y engañaron con versos y con pan a las palomas. Se establecieron silenciosos en todas las esquinas, allí donde se acaban los oficios diarios y la melancolía se apodera de las manos, del dorso de la mano sobre todo, del perfil de la boca. 
           Era muy fácil confundirlos con el escaparate de una papelería «liquidación por cambio de negocio», con la vieja casa siempre en obras, de la que huye el corazón en cuanto puede, convertido en un mueble desgastado, en un espejo ya irrecuperable para risa de niña, o en un par de zapatos que olvidaron correr antes del tiempo de la muerte. 
            Pasaban desmayados por un resto de luz, por la veta del mármol, bajo la marquesina dibujada sobre la que se refugiaron, hartas de engaño y tristes, las palomas. 
            Siguieron en la calle hasta que el nuevo día los convirtió en un cierre de persiana. 
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"...SOBRE LA NIEVE DEL PAPEL LA FRÁGIL LINTERNA MÁGICA...» 
(Ch. Baudelaire. Los Paraísos Artificiales) 

Hoy trabajó toda la tarde, 
mejor dicho, dejó pasar las horas 
con las manos encima de la mesa, libros, papeles, 
polvo, 
y un estúpido gesto entre los labios. 

Fuera pasaron ángeles de cuero 
sobre motocicletas imposibles, 
las alarmas gastaban el silencio sin que nadie acudiera, 
inútilmente, 
el paisaje quedó como un cárdeno toro, 
como el mensaje de una cita en un contestador desenchufado. 
La noche cruzó a nado su distancia de sueño 
y terminó de dibujar el toro, negro zaino, cornígero de luna. 
Los ángeles dejaron que las motos 
brillasen a la puerta de los bares. 
También sonó el teléfono dos veces. 

Sin conectar la luz, sigue frente al papel, 
con la vista clavada en el remache 
de una carpeta azul como sus ojos, 
como el cristal de todas las ventanas 
con un televisor tras la cortina. 
Enciende su mechero para fumar el último cigarro 
y por unos instantes 
las hojas le sonríen con un miedo amarillo. 
Pero no cambia nada. 

Y es que no basta con sentarse delante de la mesa, 
con decirse que hoy tiene que salir 
un poema perfecto. 

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MERCADO DE LAS VENTAS 
 
 
Nada como las bolsas de plástico y de mimbre 
flotando a media altura en el mercado, 
bajo las manos de mujeres fuertes, 
sobre pequeños carros donde un mundo cabe, 
siempre dejando ver algún tallo de acelga, 
una barra de pan o unas cebollas. 

Es este un circo de alma insospechada: 
el alboroto del frutero, 
el perfume a embutido, a papel de envolver, 
y la risa del tonto 
que ayuda con las cajas de verdura. 
El carnicero está de buen humor. 
¡La mujer del pescado es tan hermosa! 

No hay color en el mundo 
como el que tiene un puesto de frutas apiladas, 
un color oloroso de piel acariciable y fresca. 
¡Hay tanta gente aquí, tanto alboroto! 
—¿Quién da la vez?— repite el eco, 
mientras un universo multicolor, sin tregua, 
sofocante, 
desfila siempre igual, distinto siempre, 
junto al escaparate de aceitunas. 
Se vocea el pimiento con eróticos gritos 
y cómplices sonrisas, 
interrogan al ojo del besugo, 
miran en el profundo corazón 
de la lechuga, 
se palpa la manzana. 

Es este el paraíso reencontrado. 
A las diez de la noche 
ángeles de amoniaco lo dejarán a oscuras, en silencio. 

Pero antes de que llegue la limpieza 
tenaz y redentora, 
aunque el suelo esté sucio y maloliente, 
el aire es de limones, de laurel o canela, 
de verde perejil, gamba roja, café, 
queso manchego, 
vida. 
Siempre se ve un cangrejo fugitivo 
que busca un niño al que asustar 
y lo consigue.