SIN NOTICIAS DE GATO DE URSARIA
 

          Este libro obtuvo el premio Emilio Alarcos de poesía, del Principado de Asturias, 2004. Su publicación está prevista para finales de 2004 o principios de 2005 en la Colección Visor.

 

Cita general del libro
 
El poeta es un fingidor. 
Finge tan completamente 
que hasta finge que es dolor 
el dolor que en verdad siente.
 
             (Fernando Pessoa)
 
 
NOTA DE PRENSA SOBRE “SIN NOTICIAS DE GATO DE URSARIA”

          El pasado viernes 28/05/2004 Enrique Gracia Trinidad fue proclamado ganador del III Premio de Poesía Emilio Alarcos, convocado por la Consejería de Cultura del Principado de Asturias, dotado con 15.000 euros y la publicación de la obra que suele hacerse en la colección Visor.  
          La obra fue seleccionada entre 115 originales que se presentaron. 
          El jurado estuvo compuesto por los poetas Ángel González, Jon Juaristi, Luis García Montero, Aurora Luque, José Luis García Martín y la viuda del profesor Alarcos, Josefina Martínez. 
          El presidente del jurado, Ángel González indicó al leer el acta: "Es un libro que nos gustó a todos y enseguida nos pusimos de acuerdo en que debía ser el ganador... es un libro distinto, cuenta historias, y eso normalmente los premios lo rechazan"... "resulta un libro imaginativo, irónico, divertido e ingenioso"... "diferente a los tipos de poemarios habituales"... "y destaca por su sentido del humor y el uso novedoso del lenguaje" 
          Josefina Martínez indicó: "Es un libro irreverente, divertido, distinto a todos, un libro con un sentido del humor que atrapa". Luis García Montero añadió: "Utiliza la intervención de Gato para realizar reflexiones de temas generales, con un hilo narrativo y un tono biográfico por el que el personaje avanza hasta alcanzar la reflexión final sobre la muerte"..."el personaje protagonista hace un ejercicio de conciencia con humor e ironía y toma postura sobre una realidad que es la de todos nosotros"; indicó también que habría que considerarlo dentro de "la poesía de la experiencia". José Luis García Martín, haciendo referencia a la condición de poeta y actor de Enrique Gracia, señaló dicha condición de "poeta rapsoda, ya que conserva la tradición de la poesía hablada de gran tirón popular"

PROEMIO 
Sobre el incierto origen de Gato de Ursaria. 
Este proemio podría ser  incluido, o no, en estos pliegos. 
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          Gato de Ursaria, como indica su nombre, nació en la casi legendaria ciudad de Ursaria; antigua "tierra de osos" en la que ya no quedan osos. 
          Puede que Gato no fuera su auténtico nombre, pero él quiso olvidar los otros que le impusieron y quedarse con el que eligió. También su tierra natal fue sucesivamente llamada de otros modos. 
            Procedía de una estirpe indolente y caprichosa, llena de fantasías y mentiras, dada a oficios sin futuro, de mucho trabajo y poca ganancia, y al uso de amuletos. 
           Vivió tan insatisfecho de sí mismo como cualquiera y tan aburrido de todo como de sí mismo, así que desde muy joven se hizo a desayunar asombro cada día, almorzar extrañeza y cenar hastío.  
           En su árbol genealógico había una lavandera deshonrada por un noble, varios rebeldes perseguidos y hasta un plumífero insigne pero de lengua larga y venenosa. 
           De niño le educaron frailes, luego herejes y nuevamente eclesiásticos. Entró en contacto con sectas poderosas, pero nunca se integró. Pasó, como tantos, su etapa de persecución inquisitorial, pero eso sólo consiguió acrecentar el tedio y la misantropía que ya mostraba desde niño. 

           Durante años vagabundeó en un carromato de farsa, disfrazado de cómico ambulante, luego obtuvo efímeras y falaces sinecuras en la corte, que le hicieron —aún más— ajeno a las gentes y a sí mismo. 
           Despilfarró su inteligencia porque nunca consiguió otra posesión o herencia que despilfarrar. 
           Cuentan que fue discreto en el amor y en la guerra; así que unos le tacharon de cobarde y otros de aguerrido: Ni unos ni otros tendrán razón. 
           Hace tiempo que no hay noticias suyas fidedignas. Unos dicen que cambió de nombre y volvió a la farándula, otros que se ocultó en un monasterio; y hasta asegura alguno que le han visto en las calles de su vieja ciudad, contando historias antiguas a quien quiera escucharle, a cambio de unas monedas.  
           La mayoría le da por muerto. 

           De él sólo conservamos estos papeles que aparecieron en una casa abandonada, al fondo de un desvencijado cajón de la cocina —dicen que le gustaba cocinar—. Están escritos por alguien que le conoció,  o quizás por él mismo, o ambas cosas, aunque nunca lo sabremos con certeza.

 
 
 
 
 
  

GATO DE URSARIA, EL INDOLENTE 

Hacer, hacer, hacer... Gato de Ursaria 
decidió que era tiempo de no hacer. 
Mientras sus convecinos se afanaban 
en subir o bajar 
muebles, 
      asuntos,  
           precios,  
      escaleras; 
cambiar todo de sitio sin descanso: 
objetos, esperanza, amor o ropa, 
agitándose siempre, 
nerviosos, 
        obstinados, 
         imparables, 
Gato de Ursaria, el indolente, 
se refugió a la sombra de un tejo centenario 
(sabido es que esa oscuridad callada  
es dulce y venenosa como un beso 
y otorga a algunos hombres la locura 
de conocer el nombre de las cosas) 

Sintió los mágicos efectos  
de aquella sombra única 
pero no quiso pronunciar palabra. 

  
 
 
  

GATO DE URSARIA MUESTRA  
SU DESALIENTO 

Quiero dejar constancia de estas horas, cedidas al embrujo de  la alquimia, perdidas entre frascos y papeles, libros, polvo, colores que ya no pueden más, fracasos y silencios buscando una salida razonable. 

Pero en el fondo no quisiera dejar constancia ni incitar recuerdo —dura contradicción es mi deseo—. 

Si me entregué al conjuro y a la búsqueda, de qué le sirve a nadie. 

Si mi existencia se hizo turbia, imprecisa, somnolienta; si rebosó la mesa de papeles, matraces y morteros: todo sin concluir, todo sin dar sentido, sin hallar respuesta, de qué vale insistir en que se sepa. 

Si hasta la luz agonizó en mi estancia, se reclinó en el polvo de los libros, y acusó a los rincones de urdir patrañas en la sombra, a quién va a interesar que yo lo diga. 

¿Dejar memoria o convocar olvido? 

Ojalá lo supiera. 
 
 
 
 
  

CARTA DE GATO A UNO DE SUS AMORES 

Hice añicos la luna del espejo. 
Ya no podía resistir más su respuesta miserable. 
Cada vez que buscaba en su interior,  
yo desaparecía, estabas tú.  
Me decías:  
“¡Qué viejo estás! ¿no te das cuenta?” 

Recogí los cristales diminutos,  
teñidos con la sangre de mis manos. 
Te los hice llegar envueltos en papel de celofán. 
No acusaste recibo, pero 
jamás podrás decir que no te regalé la Luna.