NOTA DE PRENSA SOBRE “SIN NOTICIAS
DE GATO DE URSARIA”
El pasado viernes 28/05/2004 Enrique Gracia Trinidad fue proclamado ganador
del III Premio de Poesía Emilio Alarcos, convocado por la Consejería
de Cultura del Principado de Asturias, dotado con 15.000 euros y la publicación
de la obra que suele hacerse en la colección Visor.
La obra fue seleccionada entre 115 originales que se presentaron.
El jurado estuvo compuesto por los poetas Ángel González,
Jon Juaristi, Luis García Montero, Aurora Luque, José Luis
García Martín y la viuda del profesor Alarcos, Josefina Martínez.
El presidente del jurado, Ángel González indicó al
leer el acta: "Es un libro que nos gustó a todos y enseguida nos
pusimos de acuerdo en que debía ser el ganador... es un libro distinto,
cuenta historias, y eso normalmente los premios lo rechazan"... "resulta
un libro imaginativo, irónico, divertido e ingenioso"... "diferente
a los tipos de poemarios habituales"... "y destaca por su sentido del humor
y el uso novedoso del lenguaje"
Josefina Martínez indicó: "Es un libro irreverente, divertido,
distinto a todos, un libro con un sentido del humor que atrapa". Luis García
Montero añadió: "Utiliza la intervención de Gato para
realizar reflexiones de temas generales, con un hilo narrativo y un tono
biográfico por el que el personaje avanza hasta alcanzar la reflexión
final sobre la muerte"..."el personaje protagonista hace un ejercicio de
conciencia con humor e ironía y toma postura sobre una realidad
que es la de todos nosotros"; indicó también que habría
que considerarlo dentro de "la poesía de la experiencia". José
Luis García Martín, haciendo referencia a la condición
de poeta y actor de Enrique Gracia, señaló dicha condición
de "poeta rapsoda, ya que conserva la tradición de la poesía
hablada de gran tirón popular" |
PROEMIO
Sobre el incierto origen
de Gato de Ursaria.
Este proemio podría
ser incluido, o no, en estos pliegos.
.
Gato de Ursaria, como indica su nombre, nació en la casi legendaria
ciudad de Ursaria; antigua "tierra de osos" en la que ya no quedan osos.
Puede que Gato no fuera su auténtico nombre, pero él quiso
olvidar los otros que le impusieron y quedarse con el que eligió.
También su tierra natal fue sucesivamente llamada de otros modos.
Procedía de una estirpe indolente y caprichosa, llena de fantasías
y mentiras, dada a oficios sin futuro, de mucho trabajo y poca ganancia,
y al uso de amuletos.
Vivió tan insatisfecho de sí mismo como cualquiera y tan
aburrido de todo como de sí mismo, así que desde muy joven
se hizo a desayunar asombro cada día, almorzar extrañeza
y cenar hastío.
En su árbol genealógico había una lavandera deshonrada
por un noble, varios rebeldes perseguidos y hasta un plumífero insigne
pero de lengua larga y venenosa.
De niño le educaron frailes, luego herejes y nuevamente eclesiásticos.
Entró en contacto con sectas poderosas, pero nunca se integró.
Pasó, como tantos, su etapa de persecución inquisitorial,
pero eso sólo consiguió acrecentar el tedio y la misantropía
que ya mostraba desde niño.
Durante años vagabundeó en un carromato de farsa, disfrazado
de cómico ambulante, luego obtuvo efímeras y falaces sinecuras
en la corte, que le hicieron —aún más— ajeno a las gentes
y a sí mismo.
Despilfarró su inteligencia porque nunca consiguió otra posesión
o herencia que despilfarrar.
Cuentan que fue discreto en el amor y en la guerra; así que unos
le tacharon de cobarde y otros de aguerrido: Ni unos ni otros tendrán
razón.
Hace tiempo que no hay noticias suyas fidedignas. Unos dicen que cambió
de nombre y volvió a la farándula, otros que se ocultó
en un monasterio; y hasta asegura alguno que le han visto en las calles
de su vieja ciudad, contando historias antiguas a quien quiera escucharle,
a cambio de unas monedas.
La mayoría le da por muerto.
De él sólo conservamos estos papeles que aparecieron en una
casa abandonada, al fondo de un desvencijado cajón de la cocina
—dicen que le gustaba cocinar—. Están escritos por alguien que le
conoció, o quizás por él mismo, o ambas cosas,
aunque nunca lo sabremos con certeza. |
GATO DE URSARIA,
EL INDOLENTE
Hacer, hacer, hacer... Gato de Ursaria
decidió que era tiempo de no hacer.
Mientras sus convecinos se afanaban
en subir o bajar
muebles,
asuntos,
precios,
escaleras;
cambiar todo de sitio sin descanso:
objetos, esperanza, amor o ropa,
agitándose siempre,
nerviosos,
obstinados,
imparables,
Gato de Ursaria, el indolente,
se refugió a la sombra de un tejo
centenario
(sabido es que esa oscuridad callada
es dulce y venenosa como un beso
y otorga a algunos hombres la locura
de conocer el nombre de las cosas)
Sintió los mágicos efectos
de aquella sombra única
pero no quiso pronunciar palabra.
GATO DE URSARIA
MUESTRA
SU DESALIENTO
Quiero dejar constancia
de estas horas, cedidas al embrujo de la alquimia, perdidas entre
frascos y papeles, libros, polvo, colores que ya no pueden más,
fracasos y silencios buscando una salida razonable.
Pero en el fondo no
quisiera dejar constancia ni incitar recuerdo —dura contradicción
es mi deseo—.
Si me entregué
al conjuro y a la búsqueda, de qué le sirve a nadie.
Si mi existencia se
hizo turbia, imprecisa, somnolienta; si rebosó la mesa de papeles,
matraces y morteros: todo sin concluir, todo sin dar sentido, sin hallar
respuesta, de qué vale insistir en que se sepa.
Si hasta la luz agonizó
en mi estancia, se reclinó en el polvo de los libros, y acusó
a los rincones de urdir patrañas en la sombra, a quién va
a interesar que yo lo diga.
¿Dejar memoria
o convocar olvido?
Ojalá lo supiera.
CARTA DE GATO
A UNO DE SUS AMORES
Hice añicos la luna del espejo.
Ya no podía resistir más
su respuesta miserable.
Cada vez que buscaba en su interior,
yo desaparecía, estabas tú.
Me decías:
“¡Qué viejo estás!
¿no te das cuenta?”
Recogí los cristales diminutos,
teñidos con la sangre de mis manos.
Te los hice llegar envueltos en papel
de celofán.
No acusaste recibo, pero
jamás podrás decir que no
te regalé la Luna.
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